miércoles, 19 de octubre de 2011

el cuerpo y la cabeza

 de sergio gonzález rodríguez, el hombre sin cabeza:

un hombre que perdió la razón durante un tiempo me cuenta:

estaba dividido. mi cuerpo iba por un lado y mi cabeza por otro. a la vez mi cabeza se sentía unida a mi cuerpo sin estar ambos de acuerdo. pensaba una cosa y mi cuerpo hacía un acto diferente. vivía desmemoriado en un mundo sin nombres cuyo paisaje, construcciones, objetos, utensilios, personas, transcurrían a mi lado y yo estaba ajeno, un continuo a-través-de-ellos. nunca dentro de ellos: nada más los atravesaba. me ponía en un punto cotidiano en el que parecía que pudiera volver a una realidad previa en la que todo pudiera volver a una realidad previa en la que todo volvería a ser como antes, un pasado que ni siquiera acertaba a definir, sólo a evocar, algo ajeno y perdido y al fin, si no inexistente para mí, sí al menos paralelo ya. algo inferior o alterno a soñar, por ejemplo. un rostro con el que me encontraba una mañana se mostraba efusivo, me saludaba y me llamaba con un nombre o apelativo que se resbalaba de mi cabeza, demasiado ocupada con ideas y proyectos minuciosos que ahora se han desvanecido pero que, lo sé, no han muerto y quizás vuelvan en breve. no me preocupa que lo hagan, me sentiría raro de nuevo, pero me acostumbraría.

al hablarme alguien siempre incierto, siempre familiar, intentaba concentrarme en lo mío, y el rostro me miraba extrañado y terminaba por hacer un gesto que creo que era hostil: una piedad apasionada que me ofendía. quería irme y mi cuerpo se paralizaba. ya dije que mi cabeza y mi cuerpo, me da risa, hacían lo que quería cada uno por su lado. al principio me desconcertaba mucho. cuando me adapté, mi tiempo transcurría en una lentitud apacible y todo alrededor se movía más rápido. quería hablar como siempre, es decir, no sé si me expliqué, siempre era un término que carecía de significación para mí, sólo me refería a un espacio aparte en el que no tenía cabida ya, y del que me quedaba una huella indecisa. apenas podía emitir un balbuceo. no, no era un balbuceo, era la repetición de un sonido. una especie de puaj, si asumo que puaj no era un nudo, ni un bloqueo simple y momentáneo. algo como cortado. el tartamudo le llamo ahora al que fui, por bau, bautizarlo así, tiene otros nombres también, luego contaré de ellos y puedo volver a ser un día.

insistía en hablar y una sílaba se estacionaba, terca, traviesa, ¿eh?, entre la lengua y los labios. puaj. primero pensé que era la saliva que, por lúbrico –me gusta desear muchas cosas– se obstinaba en bloquear mi propósito de emitir algo articulado, que ignoro qué era.

pienso ahora que debió ser un diálogo con mi cuerpo, no estoy seguro, quizás un reclamo, o o algo menor, un un ruego: no quería incomodarlo, a mi cuerpo, digo. se enojaba...   más tarde llegué a la conclusión que había una pared que impedía que alguna palabra cobrara vida. un muro invisible, o delgadito. un límite frío, más aún, helado, que me impedía hablar. y rugoso: mi lengua lo sentía. no supe ni he sabido quién lo puso. tampoco deseo saberlo. me consta que allí estaba. ¿un demonio? me rehúso a considerarlo. no quiero ni pensarlo. no me interesa ni me gusta el demonio. mi cabeza y mi cuerpo ya están juntos y hacen lo mismo una y otro. ya mis piernas no se desplazan ajenas o se ponen a temblar, ni me duelen ni se cansan por su propia voluntad. mi cabeza no ha dejado de sentirse hostigada por las voces y las caras de la gente. estoy bien. trato de ganarme la vida en una oficina. sólo quedan los cuatro o cinco a los que a veces veo juntos bajo un árbol en el sendero central de una avenida cerca de mi casa. van vestidos con abrigos de colores sobrios. van o vienen de una boda, o de un funeral. cuchichean entre ellos sobre mí. ya me di cuenta. no duermen por esperarme, se les nota el desaliño. basta que nos los voltee a ver para que no me molesten.

no me gusta mi cabeza con ellos ni tampoco perder la cabeza. comienza con un mareo, un vértigo, el mundo se invierte. se pervierte. nadie te oye. ni tú mismo. nadie. afuera todo se mueve rápido. muy rápido. demasiado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario