sábado, 1 de octubre de 2011

de la teatralidad-teatralización de la violencia

cuauhtémoc medina, espectralidad materialista: 

bajo la anodina irrealidad de las estadísticas y la batalla por contener su efecto simbólico, se despliega un continuo drama que deriva, como en toda batalla de dominio, en el límite final de los cuerpos y los afectos. la violencia entre los llamados carteles y las organizaciones del estado, se libra en los juegos de la percepción, la afiliación y el lenguaje, pero tiene su espacio último de ejecución sobre las vidas y los tejidos, las ilusiones y terrores, la intimidad y la integridad de individuos concretos. lo que era una persona, con una diversidad de potenciales, fallas, neurosis o destellos, queda reducida a una materia infecciosa e informe. como constatan las imágenes gore de la prensa policíaca, pero también las tomas producidas como trofeos de guerra por los ejércitos de ocupación contemporáneos, la muerte del ejecutado tiene la peculiaridad de que no se espiritualiza. a diferencia de los que mueren “por causas naturales”, el asesinado ve interferida su memoria por la imagen amenazante de sus despojos.

más allá de confirmar la criminalización de la circulación y consumo de drogas como “causa de la
violencia criminal”, en el caso mexicano hay que añadir el modo en que en los últimos años las batallas por el control del mercado negro se han exacerbado no sólo en cantidad sino en teatralidad. una ejecución no puede llevarse a cabo sin implicar la creciente inducción del terror, la publicidad de la tortura y el desmembramiento del cadáver; es decir, el ejercicio constante de lo que los medios llaman “lujo de violencia”. lo que resulta intolerable es comprender que ante el retiro, retraso o fracaso del “monopolio de la violencia legítima” no tenemos una diversificación de las “violencias legítimas” que suponen las rebeliones.

estamos, más bien, frente a la exacerbación, teatralización y progresión de una violencia espectacular y sin medida. de modo muy especial, la fiebre de decapitaciones, sugiere que en el norte de méxico se ha expresado el espantajo de una soberanía sacrificial: la búsqueda de afiliación, fascinación y estupor de una clase de poder premoderno que se caracteriza por “hacer sensible a todos, sobre el cuerpo del criminal, la presencia desenfrenada del soberano”. deberíamos, por consiguiente, ver una relación íntima entre la atrofia de una democracia que no puede implantarse en términos de su violencia mesurada, y la hipertrofia de la soberanía de un ejercicio sacrificial que sin embargo no aspira a crear ninguna hegemonía política, sino tan sólo ejercer el control necesariamente inestable de un comercio que, en tanto que prohibido, tiende a ser una rama particularmente desregulada del capitalismo contemporáneo.

en efecto, la violencia que ocurre en muchos lugares alrededor del mundo, no tiene posibilidad organizativa: no puede proyectarse como origen de un posible orden futuro. aparece como una soberanía hipertrofiada porque su enorme despliegue de transgresión, su revivir la economía del sacrificio, acaba actuando como el espejo del mercado laboral del presente. lo sorprendente de lo que la policía denomina “crimen organizado”, es que opera como una maquiladora. el sicario recurre al exceso más extremo, tan sólo para no ser el siguiente muerto.

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