jueves, 29 de septiembre de 2011

el paraíso está lleno de ovejas silenciosas

cuauhtémoc medina, espectralidad materialista:

toda muerte tiene un efecto multiplicador. por eso, las ejecuciones no tienen como único destinatario
a la víctima. son y establecen un perverso sistema de comunicación. los señores de la guerra de
las drogas, los narcotraficantes y sus persecutores, lo mismo que los medios y sus públicos, saben
bien que cada cadáver es una bomba semiótica que atemoriza a la población pero también puede
azuzar al adversario. cada que alguien es asesinado, deja detrás familias eternamente dañadas,
aterroriza poblaciones, redefine el espacio urbano y marca la memoria de varias generaciones.

en particular en las ciudades cercanas a la frontera entre méxico y estados unidos, la violencia
envuelve, sobre todo, la vida de los jóvenes, que con cada vez mayor frecuencia enfrentan el riesgo
de perecer intempestivamente. en la red de los afectos que es cada familia y comunidad, cada
muerte violenta, sin importar circunstancias o motivos, produce un trauma duradero. la violencia ha
roto la continuidad de la línea de la vida. el superviviente no sólo es distinto, es "otro".

 hasta hace poco, hacer eco a la afectación de cada una de estas muertes estaba en gran medida
impedido por una interferencia moral. la prensa, los vecinos, los propios familiares y, sobre todo, el
estado, suelen exorcizar el trauma de las muertes violentas con el doble rasero de la caracterización
de “culpables e inocentes”, “criminales y víctimas”. Aunque en lugares como México la pena de
muerte no sea un castigo legal, un gran número de las muertes violentas se tratan con una
indiferencia que oculta una celebración nada sutil: se les percibe como si fueran merecidas. mientras
“se maten entre ellos”, nada pasa.

por decenios, en el largo siglo de la criminalización del tráfico de drogas, los homicidios en torno a las bandas criminales, se asimilaban como un gaje del oficio y el efecto de una justicia inmanente. más que el propio consumo de sustancias prohibidas, la economía asesina que se levanta en su entorno entrevera al moralismo con la indiferencia ética que prevalece, también, ante la muerte de la prostituta. tenemos aquí en operación una división del trabajo y clase del acto de morir. los criminales, adictos, usuarios e incluso el personal policiaco acabó por ser tenido como parte de una masa eminentemente desechable. son los malditos, la carne de cañón, los sacrificables. en cambio, los medios tienen adscrita la función de excitar el máximo estremecimiento frente a cualquier historia donde la víctima de un crimen aparezca como una ilustración de la “ausencia de mal”.

detrás de esas diferenciaciones, lo que se asoma es un proyecto de sociedad. no en vano la
etimología de la palabra “inocente” es “no-nocivo”: innocens, “el que no perjudica”. Al momento de pensar las consecuencias de las metáforas militares de otra “guerra” simbólica contemporánea (el horror de la pandemia), susan sontag exponía con toda lucidez las consecuencias de la obsesión por la “inocencia radical” que atraviesan el lenguaje contemporáneo:

"las víctimas sugieren inocencia. y la inocencia, por la inexorable lógica subyacente a todo término
que expresa una relación, sugiere culpa".

en un territorio donde la violencia aparece como mediación entre la obligación de enriquecimiento del
capitalismo y el cierre de las oportunidades de los márgenes, designar culpables y víctimas es una
estratagema que concierne a un régimen histórico que celebra la integración a los dispositivos
“normales” como “no-culpabilidad”. el culto a la inocencia que se ejerce en la narrativa sobre los crímenes bendice la intrascendencia como el principal valor ético. entre menos afecte un individuo su
tiempo y su colectividad, tanto más se llora su muerte. procreamos infiernos para seguir imaginando
que el paraíso está lleno de ovejas silenciosas.

de un estado fallido

cuauhtémoc medina, espectralidad materialista:

según la prensa mexicana, 2008 fue el año en que más balas se dispararon en la historia reciente de méxico. de acuerdo a las cifras compiladas tanto por las fuentes oficiales como periodísticas, en
2008 más de 5.000 personas perdieron la vida en los diversos episodios de violencia ligados con la
actividad del tráfico de sustancias y su represión, cuando durante el año 2007 la cifra fue de
aproximadamente 2.800.

la abultada aritmética de esas estadísticas, que en números netos rebasan los niveles de violencia en varias de las zonas de conflicto bélico del mundo, hizo que a principios de 2009 méxico saltara a las notas principales de las agencias informativas, lo que llevó a autoridades e intelectuales mexicanos a sonar la alarma por el deterioro de la “imagen del país en el exterior”. la trepidación del imaginario llegó a su punto más alto cuando, en enero de este año, el departamento de defensa de estados unidos hizo público un reporte de una de sus varias agencias de análisis estratégico, que dibujaba la posibilidad de que el país pudiera sufrir un “colapso súbito y rápido” como resultado de la presión que las bandas criminales ejercían sobre su sistema judicial, policíaco y financiero.

si bien la aseveración de que méxico era un “estado fallido y débil” fue inmediatamente repelida por el aparato diplomático mexicano, y semanas más tarde la nueva administración norteamericana pareció adoptar un cambio de discurso que aceptaba la corresponsabilidad de los estados unidos en la violencia, tanto por su insaciable demanda por las sustancias declaradas ilegales como por ser el mercado de origen de la inmensa mayoría de las armas utilizadas por los brazos armados de la criminalidad, la crisis forzó al gobierno mexicano a desplegar miles de soldados para patrullar las calles de las ciudades fronterizas como única vía para reducir la intensidad de fuego.

aun así, durante los primeros cuatro meses de 2009, cerca de 1.900 personas han caído en el remolino de las ejecuciones, decapitaciones y tiroteos. [...] lo cierto es que la  exacerbación de la violencia vino a establecer un estado de conmoción que parecía reservado a los estallidos sociales. en un país donde, como en la mayor parte del mundo, la modernidad es la experiencia desquiciada (es decir, fuera de marco) que va de la turbiedad del colonialismo a la eterna deriva del estado nación, es imposible no reconocer que la emergencia de la pura destructividad es también signo y motor de un cambio de época.

martes, 27 de septiembre de 2011

sobre las decapitaciones

de sergio gonzález rodríguez, el hombre sin cabeza

antonio dominguez leiva, experto en el tema de las decapitaciones en la cultura occidental, afirma que, a lo largo de la historia, la humanidad transcurre poco a poco del culto a los cráneos y la caza de cabezas asociada a éste por la via sacrificial, a la forma laica del suplicio. la decapitación ocupa, en el contexto de las guerras religiosas, un simbolismo político que invade la escena a través de los usos del cuerpo: "la cabeza deviene metáfora de la corona y el poder monárquico. el tema de la decapitación es empleado como una imagen recurrente de la transgresión, de la revuelta y del regicidio". en la época contemporánea, en la que reina el hiperrealismo moderno, se tiende a privilegiar la representación frontal de las decapitaciones en un registro que incluye el humor negro y la escatología.

describe así sus investigaciones:" lejos de dar un significado o un sentido inamovible al tema de la decapitación, metáfora de la castración, arquetipo primitivo o destrucción subversiva del sujeto en occidente –para evocar tres reduccionismos hermenéuticos frecuentes–, he preferido seguir, tras los pasos de la genealogía foucultiana, los encabalgamientos de los diferentes discursos que ha producido el tema". en otras palabras, el rastro milenario de una paradoja continua.

le pregunto a antonio domínguez leiva qué piensa de las decapitaciones en medio oriente y en méxico que se han divulgado en internet a lo largo de la década actual. me responde: "en la reciente oleada de decapitaciones filmadas, fotografiadas y ejecutadas, me sorprende ante todo la mezcla de lo arcaico del gesto (tal vez el más arcaico, de hecho) y lo posmoderno de su representación; el retorno de una simbología del cuerpo característica (entre otras) de la época de las cruzadas (en el contexto del medio oriente), reactivando el imaginario que se asociaba a ésta".

y puntualiza[...]: "contrariamente a la distancia ficticia del gore estas grabaciones realizan concretamente el fantasma de las snuff movie, espectro cada vez más presente en la videoesfera contemporánea y tal vez prefiguración de su siniestra aufheben". aufheben implica en términos filológicos recoger algo del suelo, elevarlo. y conservar, abolir, resolver, transformar, trascender. una síntesis de los opuestos.

la alforja de perseo, valor femenino que por lo mismo puede nulificar el poder superviviente en la mirada de medusa mientras transporta su cabeza, es un aspecto consustancial a la decapitación. cesto de las víctimas de la guillotina, o bolsa de los sicarios que arrojan cinco cabezas en un prostíbulo, el recipiente significa el medio que multiplica lo siniestro mientras lo contiene. al levantar el verdugo la cabeza del cesto en un gesto victorioso, sea la de luis XVI o la de cualquier criminal o víctima, el impacto de lo visible triunfa sobre lo invisible, lo escénico sobre lo obsceno. y siembra la atrocidad mancomunada del sacrificio. si hoy en día incomoda el uso de la palabra sacrificio para referirse al asesinato, es porque se desea olvidar la historia.

discursividades

de luis astorga, seguridad, traficantes y militares, el poder y su sombra:

el discurso dominante concibe el surgimiento del tráfico y los traficantes como una actividad y como agentes sociales necesariamente ajenos a las estructuras de poder político en todo tiempo y lugar.

discursividades

michel foucault:

poder y saber se articulan por cierto en el discurso. y por esa misma razón, es precio concebir el discurso como una serie de fragmentos discontinuos cuya función táctica no es uniforme ni estable. más precisamente, no hay que imaginar un universo del discurso dividido entre el discurso aceptado y el discurso excluido o entre el discurso dominante y el discurso dominado, sino como una multiplicidad de elementos discursivos que pueden actuar en estrategias diferentes.

lunes, 26 de septiembre de 2011

mnemosyne (alegorías y posibilidades de construcción del relato del presente)

jacques derrida, memorias para paul de mann:

nunca supe contar una historia. ¿por qué no recibí ese don de mnemosyne? a partir de esta queja y probablemente para protegerme ante ella, una sospecha surge siempre en mi pensamiento: ¿quién puede afirmar que sabe lo que implica una narración? ¿es posible el narrar? ¿o, antes que eso, el recuerdo o memoria que reclama? ¿qué es la memoria? si la esencia de la memoria maniobra entre el ser y la ley, ¿qué sentido tiene preguntarse sobre el ser y la ley de la memoria? hay preguntas que no se pueden plantear fuera del lenguaje, preguntas que no se pueden formular sin confiarlas a las transferencia y la traducción, por encima del abismo. pues requieren caminos imposibles entre un idioma y otro: la frágil resistencia de un lapso.

[...]

si no hay sentido fuera de la memoria, siempre habrá algo paradójico en interrogar memoire como unidad de sentido, como lo que vincula la memoria con la narración o con todos los usos de la palabra histoire (cuento, historia, etc).

paul de mann a menudo enfatiza la estructura "secuencial" y "narrativa" de la alegoría. a su juicio, la alegoría no sólo una forma de lenguaje figurativo entre otros; representa una de las posibilidades esenciales del lenguaje: la posibilidad que permite al lenguaje decir lo otro y hablar de sí mismo mientras habla de otra cosa: la posibilidad de siempre decir algo diferente de lo que ofrece a la lectura, incluida la escena de la lectura misma. esto es también lo que impide toda síntesis totalizadora, la narración exhaustiva o la absorción total de una memoria o recuerdo.

antecedentes sobre el tráfico de drogas

de luis astorga, seguridad, traficantes y militares, el poder y su sombra:

antes de los años ochenta, a nadie se le había ocurrido pensar que el tráfico de drogas ilegales fuera un asunto que amenazara la seguridad nacional de algún país. a lo largo del siglo xx, después de las conferencias de shanghai, en 1909, de la haya en 1912, la prohibición del opio en 1914 en estados unidos y otras conferencias internacionales posteriores, nunca se había colocado el tema de las drogas en esa dimensión ni en ese orden de prioridad en términos políticos. en el pensamiento tradicional, las amenazas a un determinado estado provenían de enemigos externos. dunn señala que, a raíz de la doctrina contrainsurgente desarrollada en los setenta durante la administración kennedy, se introdujo el enemigo interno en la lista de las amenazas a la seguridad nacional. se abrió así la puerta para agregar posteriormente nuevos elementos a dicha doctrina, entre los cuales figuraba el tráfico de drogas.

desde el inicio de las prohibiciones de ciertos fármacos, estados unidos ha considerado que el enemigo está en los países productores. de ahí el impulso prioritario a las políticas de destrucción de cultivos en los países exportadores. cuando el presidente reagan firmó en 1986 el documento llamado national securitu decision directive 221, donde se consignaba por primera vez que el tráfico de drogas es una amenaza para la seguridad nacional de estados unidos, autorizó la participación del departamento de la defensa en un número importante de actividades antidroga. había entonces una preocupación interna por la cantidad de estadounidenses consumidores de fármacos ilícitos; pero también, y sobre todo, un interés por intervenir con mayor fuerza y decisión en el diseño de la política sobre drogas en otros países y en sus mecanismos de funcionamiento. las amenazas eran, pues, internas, por el consumo, y externas, por la producción destinada de manera prioritaria al mercado de estados unidos. inmediatamente después, el gobierno mexicano "descubre" que la tesis de reagan también es válida para su caso y por decisión de miguel de la madrid hurtado, la integra en su esquema de seguridad nacional. lo que destaca es el acto de autoridad fundador que establece los nuevos contenidos y significados que modifican el esquema tradicional, las nuevas reglas del juego, los agentes sociales destinados a hacerlas cumplir y las estrategias derivadas de semejante concepción del asunto. en cuestiones de razón de estado no importa qué tan verdadero es lo que se dice, sino quién lo dice y la fuerza que posee para legitimarlo.

la operación condor en méxico (1975-1978) fue el primer ensayo en el continente americano de una estrategia antidrogas dirigida por militares. luego seguiría colombia, con la operación fulminante, centrada en la destrucción de cultivos de marihuana en la guajira, durante la administración del presidente julio césar turbay ayala (1978-1982), quien declaró que la economía de la droga significaba "una amenaza para la seguridad nacional". en 1989, el presidente bush anunció la iniciativa andina para destruir el suministro de cocaína en los países productores (perú, bolivia y colombia). se trató de un plan que empleó un poco más de dos mil millones de dólares en cinco años, una parte para ayuda económica y casi la mitad para apoyo militar y policiaco. posteriormente, a partir del año 2000, vendría el plan colombia. versiones suavizadas y adaptadas para méxico empezaron a cobrar forma en la segunda parte de la administración zedillo, así como en la de fox, con el plan méxico seguro, hasta derivar en medidas más duras y desesperadas, que no necesariamente más eficaces, como los operativos conjuntos en varias partes del país en la administración del presidente calderón.

en todas esas estrategias las fuerzas armadas, las locales y las de estados unidos han cumplido y cumplen un papel central. no hay razón para pensar que la estrategia estadounidense adoptada por países productores de plantas ilegales vaya a cambiar en el corto plazo, ni que éstos estén dispuestos a ignorarla o a actuar por su cuenta y con una lógica distinta; o más improbable, que esos países constituyan un frente común y hagan algo cualitativamente diferente y de manera soberana.

principios

la extrema violencia desatada a raíz de los múltiples fenómenos vinculados al narcotráfico ha venido a radicalizar la experiencia de lo cotidiano en buena parte del país. esta violencia sistematizada funge como un mecanismo de coerción que perpetúa el sometimiento a partir del seguimiento de lógicas de acción básicas al mismo tiempo que totalitaristas. la violencia, de ser un medio consensuado históricamente por los estados para el sostenimiento de la legalidad, ha venido convirtiéndose en un fin en sí mismo (ahistórico). un asunto de consumo, consumista, donde las drogas son sólo el medio para ejercer una dominación a todas luces desmedida y cruel. des-metaforización sangrienta de los sistemas capitalistas, la retórica del narcotráfico –ejecutada desde todas las esferas del poder político– se ofrece como la de un modelo que ferozmente y a toda prisa, sin piedad, se consume a sí mismo, destruyéndose en vuelcos expansivos que cancelan e invaden el flujo de lo "real" a su paso para incertarnos en un vívido delirio aterrorizante, paralizante.


¿en qué momento lo íntimo se tornó en siniestro?

¿cómo es posible articular este relato dominado por la paranoia y el miedo?

¿cómo deconstruirlo, para asirlo tan siquiera un poco?

¿cuál es el lugar y la significación del cuerpo en medio de la debacle?

¿cómo re-imaginar la violencia?


con estas preguntas, entre tantas otras, se inicia este proyecto. se trata de traficar pensamiento, ideas, tiempos.

domingo, 25 de septiembre de 2011

epígrafe

sergio gonzález rodríguez, el hombre sin cabeza

 observo que la lógica del miedo se ha impuesto en el mundo. ¿qué hay en el miedo que se vuelve la sustancia de la sociabilidad y el estado desde que thomas hobbes lo estudió cuatro siglos atrás? conviene interrogarlo de cara a sus transformaciones recientes. y recordar que nombrar es distinguir. en otras palabras, desprender de lo informe, de lo inasible y, en consecuencia, de lo abrumador y acaso repugnante o siniestro. [...] ponerle un nombre a las cosas, o señalarlas en el mundo, reviste un lance estratégico respecto de la fenomenología del miedo y el potencial destructivo/constructivo de éste. el miedo implica una entidad que nos confronta desde la desmesura y lo amorfo hasta el momento en el que nos volvemos capaces de contrarrestarlo mediante palabras que saben nombrar y distinguir y, [...] delinea(r) su perfil y autoconfigura(r) sus mapas capciosos.

el miedo nos contiene y nos trasciende. implica el motor por antonomasia de las colectividades que coexisten, y al mismo tiempo, en sus emanaciones paradójicas que les son inmanentes, se muestra como un elemento disolutorio o corrosivo del orden cuando su fuerza resulta mayor que el continente formal, jurídico, legal en el que, después de estar confinado a lo largo del tiempo, llámese estado, nación, sociedad, comunidad, religión, se desborda tras derruir los muros intangibles que le dieron estabilidad y solidez. entonces el miedo tiende a inundar el mundo inmediato: la irrupción del pandemónium tiene lugar, dirían los antiguos. el grado de anomia, la incapacidad de nombrar contigua a la ausencia de reglas en la sociedad y, sobre todo, a la falta de cumplimiento de las reglas, o su ruptura, desvío, manipulación sistemáticas, facetas encubiertas de la misma anomia, aparece como el primer aviso del desbordamiento del miedo, que cuando se expresa en su madurez adquiere el rango supremo de pánico.

paradójico, ambivalente, ambiguo, el miedo permite la sociabilidad tanto como la destruye: da y quita certidumbres. Asimismo mantiene un estado proteico: mientras el continente que lo ordene sea más poderoso, el miedo solidifica, construye edificios, ciudades, límites, murallas, fronteras, territorios y enemigos que imitan una consistencia de aspiraciones atemporales; si el continente se debilita, el miedo se vuelve gaseoso y, al final, líquido, estatuto primigenio en la creación.

de allí que pueda imaginar un proceso del miedo en las sociedades que transcurre desde la fundación en lo telúrico, en el orden, en el progreso, hacia la suma y multiplicación de tales cualidades que se transmutan en valores simbólicos. el mejor ejemplo de esto lo representa la historia oficial de cada país. llegado el punto de desgaste, de dificultad del continente originario para enfentar el transcurso erosivo del tiempo, el miedo pasa de estar sólo incrustado en edificios, ciudades, límites, murallas, fronteras, territorios y enemigos, (a) colmar la bóveda celeste de las simbolizaciones colectivas que moldean lo íntimo [...]

como el agua en los océanos, el miedo crece, conjunta una ola que anega las construcciones colectivas y comienza a dictar sus propias reglas a partir de un índice que va de la duda a la sospecha, y de la incertidumbre a la carencia de perspectivas. el miedo se vuelve también un manto acuífero que anestesia contra el dolor y obliga a cancelar la memoria. en nuestros tiempos el miedo es el síndrome, conjunto de cosas concurrentes, de una fatalidad cumplida en las sociedades planetarias, lo mismo metropolitanas que intermedias o rezagadas, o bien aquellas que pertenecen a una clase diferente: las que incrustan asimetrías y anacronías dentro de cada una de las otras. el dibujo de su geopolítica interconectada admite puntos insoslayables. el miedo también propulsa los nuevos nomadismos: el maremoto esférico. y sus reflujos en los bordes, los puentes, tierra adentro.